Perdimos el tiempo. No pudimos perderlo más y mejor, como si jamás lo hubieran inventado, como si
nunca lo hubiéramos poseído, ni del todo ni de nada. Perdimos el tiempo
abriendo puertas e invitándonos a salir, dando salida a las ganas que nunca
tuvimos, dando entrada a las manías que nunca conocimos. Perdimos el tiempo
porque no supimos cuidar de nosotros, porque nos contagiábamos de todo, de todo
lo vibrante y aullador del mundo, de todo lo que era de todos menos nuestro. Lo
perdimos porque preferíamos buscar estanques donde hacer pie que complicarnos
la respiración bajo el agua. Lo perdimos divididos y en mayúsculas, subrayándonos
errores, entrecomillándonos los besos y recalcándonos las faltas.
Perdimos el tiempo y os juro que
no lo pudimos perder mejor. Perdimos el tiempo buscando culpables en palabras
vacías que se llenaban del tiempo que gastábamos en perder. No fuimos
conscientes de que nuestros corazones habitaban continentes distintos, de que
estábamos a kilómetros dentro de la misma habitación, de que hablábamos idiomas
desconocidos y de que el lenguaje
corporal nunca estuvo de nuestra parte. Perdíamos el tiempo constantemente,
como si nos lo regalaran en cualquier esquina, como si no lo necesitáramos
realmente. Perdimos el tiempo porque no supimos donde lo dejamos, porque
alguien nos lo cambió de sitio, porque no quisimos poseerlo más. Perdimos el
tiempo juntos porque por separado no nos habría salido tan bien, porque por
separado ni siquiera nos hubiéramos sentido tan libres.
Perdimos el tiempo porque no lo
pusimos a buen recaudo. Lo perdimos porque nos pesaba, porque preferimos no
complicarnos la vida compartiéndolo, porque preferimos perdernos en otras
vidas, en otros gustos, en otros gestos que aprendernos los nuestros. Lo perdimos porque nunca nos elegimos bien,
porque cuando vimos ventanas nos crecieron alas y nunca deseamos volver, porque
nunca nos sentimos nada el uno del otro, porque nos extrañábamos a todas horas
como extraños y después de tanto nunca aprendí a aprehenderte. Lo perdimos
siendo descarados, sin disimular, arañando cada fallo como si mereciera tal
importancia en nuestro personal caos. Perdimos el tiempo porque moríamos por encontrar excusas
que nos salvaran de nosotros mismos, por evitarnos, por terminar el uno con el
otro en cada respiración.