martes, 10 de mayo de 2016

Quiérete mucho

Apenas hace dos minutos cuando me invadió, de nuevo, el vértigo. Sentí en el agujero negro de mi alma el miedo al círculo vicioso del amor. No estoy preparada. No estoy en ese momento idóneo en el que bienvenidos sean los besos, los excesos y las ganas. No serian esos los actos más adecuados para el teatro en ruinas situado en la enorme avenida de mi vida.

Me desenamoré del amor hace apenas dos minutos. Lo hice al cuestionarme qué eran los besos ahora para todos esos corazones a los que llamamos gente. Qué significaban ahora esos besos de ojos cerrados, respiración entrecortada y cosquilleo en lo profundo de nuestro ser, si se regalaban como caramelos en la puerta de un colegio. Si se rifaban en las tómbolas nocturnas como meros chupa-chups en la boca de todos. Qué eran entonces los besos si ya no provocaban explosiones químicas en los cuerpos mundanos.

Me desenamoré porque ya no  me acordaba de lo que era eso de que te hagan sentir especial, única y valorada. El verbo estimar hacia mucho que había dejado de consumirse. Las gentes ya apenas eran corazón, sino mente. Se valían de trucos  profanos que jamás rozaron un ápice lo que de verdad se entendía por magia. La moda era seducir cuerpos, en lugar de conquistar almas.  Me desenamoré porque el amor ahora se bebía con un par de cañas en la esquina de cualquier calle desdibujada.

De tal modo que desaprendí a amar. Era absurdo sentir algo que estaba en desuso, que había quedado obsoleto, y se había agotado en todas las tiendas de la ciudad. Nadie, en la realidad más actual, estaría dispuesto a garantizar un amor con resguardo, ilimitado, desmedido, y sin intereses. Nadie promete lo que no puede dar. Así que no busquemos vicios que nos puedan superar. Me desenamoré del sentimiento porque no era mi momento. No era el momento para dejar pasar al amor a sus anchas, para dejarlo pasear por mi vida como espectáculo, para hacerle fiestas y brindarle secretos. No. Más bien, si eso pasara, terminaría invitándolo a salir de mis fronteras de manera educada, haciéndole ver que está de más sin echarle de menos.

Tal vez, no es el mejor momento  en mi vida para  la obra pasional que muchos anhelan, porque el amor ya ni se  inventa, ni se halla, ni lo elijo. No podría aceptar al sentimiento  cuando ya no creo en él. No podría querer  suficientemente a alguien, ahora, como para darle barra libre en mi vida, y que beba todo lo que se encuentre a su paso. No podría querer demasiado a alguien como para regalarle mi más íntimo yo sin ticket de devolución, porque por desgracia, los regalos como la intimidad que brindas jamás se devuelven. Porque para empezar, no se puede querer suficientemente a alguien cuando no te quieres suficientemente a ti.

QUIÉRETE MUCHO.