sábado, 18 de enero de 2014

Los ojos que no ven miran mejor





Echar de más

Reservaros de las melancolías y de los te echo de menos. Nunca se echa de menos del todo a nadie, solo en la muerte. Sin embargo repetís esa frase día tras día, como si toda la gente a la que amáis viviera ya bajo tierra. Se debería de echar de menos únicamente en el momento en el que se sabe que esa persona te faltará para siempre, si no es así, echar de menos es lo mismo que desear ver cómo te hundes sutilmente en la tristeza de añorar. En el momento en el que pronuncias esas cuatro palabras has cavado, sin darte cuenta, un agujero en una parte de tu corazón. Es el agujero donde acumulas a todas las personas a las que echas de menos, bien porque lleves mucho sin verlas, bien porque aunque la hayas visto hace poco tiempo, quisieras que en ese momento estuvieran ahí contigo. Si tuviera que echar de menos a todas las personas que llevo sin ver siglos, o que no están a mi lado en este instante, el agujero sería tan enorme que me habría olvidado de mi misma y estaría incluso echándome de menos a mi también.

Probad a cambiar el te echo de menos por un tengo ganas de verte. Suena mucho mejor eh. Sí, quizá al fin y al cabo, por mucho que cambiemos el verbo, el significado termina por ser el mismo. Pero  el sentido, el sentido es otro totalmente distinto. Tener ganas de que salga el sol conlleva inmensa  positividad. Echar de menos  el sol transmite más negatividad que un día gris.

Si tenéis que echar que sea de más.  Y ojalá  os canséis de echar de mas  a toda esa gente a la que admiráis porque el día que tengáis que echarla de menos no habrá nada que arregle ese desastre emocional que se ablanda con pensar que los mas ganaron a los menos notablemente.  El deseo de estar triste depende de vosotros mismos. Más vale que os preocupáis por elegir las palabras correctas que se sintonicen perfectamente con lo que sentís. Pues a veces transmitimos con palabras más tristeza de la que sentimos y el problema es que terminamos convencidos de ello.

viernes, 10 de enero de 2014

Cambios

Me acabo de dar cuenta que hay días para no escribir. Días en los que no hay absolutamente nada que escribir. O que habría tantas cosas que escribir que terminas por no escribir nada. Supongo que siempre hay cosas que escribir, pero no siempre se desea escribir de tales cosas. Se escribe de la amargura o de la más sublime felicidad, pero no se escribe de la monotonía. La monotonía no es divertida, es rutina, es cansada y pesa como años.

Se escribe de los cambios. Todos los cambios deberían ser escritos. Lo que era antes, lo que es ahora. Lo que no sabemos es que en la vida todo son cambios. Todo es tan superfluo que tenemos la necesidad de convertirlo en permanente. Sí, es algo así como auto engañarse. Es por ello que no escribimos de casi nada casi nunca, pues tendemos a convertir todo en rutina. Queremos que las cosas duren. Que duren los momentos, los amigos, los amores. Y aún más, necesitamos estabilidad. Nos asustan los cambios. Nos asusta pensar que si algo cambia, nuestra situación empeore. Pero somos tan ignorantes que ni siquiera pensamos que la opción de que tu vida de un giro a mejor también existe.

El anhelo nos crea más murallas de las que imaginamos. Pensar que si algo cambia anhelarás lo anterior, y pensar que lo mejor es no anhelar.  Por si nosotros fuera no cambiaríamos nunca nada. De ahí eso que dicen mejor malo conocido que bueno por conocer.  Lo que no sabemos es que los cambios nos hacen crecer. Es así como afrontar nuevas barreras, que antes en tu aburrida monotonía no tenías. Afrontar nuevos momentos con nuevas circunstancias. Cambiar la canción del despertador afrontándote al miedo de que quizás la que has puesto nueva no te despertará de buen ánimo, o quién sabe, quizás sea tan lenta y suene tan bajo que ni siquiera te despierte.

La vida nunca va a pretender contentarnos en nada, más bien le importa un bledo lo que sintamos. Somos nosotros quienes tenemos que aceptar los cambios que nos suceden, y hacerlo no de mala gana sino más bien con el mejor ánimo posible. La vida no va a preguntarte si eres feliz, pero tú si deberías hacerlo.  Y si te das cuenta de que realmente no lo eres, haz una cosa: "Cambia algo".