Velocidad. Prisa. Gente. Coches. Todo en exceso. Calles
repletas de humanidad. Callejuelas desiertas. Cultura a rabiar. Semáforos en
rojo, en verde, en ámbar. Bares petados. Restaurantes de guiris. Parques de
bancos solitarios y fuentes de agua cristalina. Esquinas para esperar, y
árboles enormes llenos de verde. Colegios, institutos, universidades de miles
de nombres. Magníficos teatros y cine estacional. Autobuses llenos de vida y
trenes de viaje. Inmenso reloj de las Tendillas dispuesto a girar su manecilla
por cada segundo de nuestras vidas. Bibliotecas de silencio. Librerías con magia. Tiendas de juguetes repletas de regalos de
navidad. Y tiendas en general. Caminos que llevan a Roma. Y puente romano. Arte.
Sueños que emanan de casas, pisos, residencias. Gente sin casa. Pena en las
calles. Risas de amigos. Monumentos. Y quedadas monumentales. Fiestas de
"cualquier día es bueno para celebrar que aún seguimos vivos".
Hospitales. Llantos sin calma. Y camas vacías. Madres. Padres. Hermanos. Familias
enteras. Pintadas. Reivindicaciones. Crisis. Verbenas de verano y feria de
mayo. Flores, maravillosas todas ellas adornando calles y balcones. Y el
bendito río Guadalquivir. El sol sureño. Y los tirantes y sandalias aún entrado
Octubre. Simpatía de sobra. Jóvenes de moto y casco. Y la felicidad
desbordante. La Mezquita. Iglesias. Y las curiosas teterias. La Corredera. La
plaza del Potro. La rivera. Y los miles y miles de lugares que fotografiar. Todo lo escrito es poco. Os lo aseguro.
Mi querida Córdoba la bella.