sábado, 27 de mayo de 2017

I MISS YOU

I miss you at all hours, in all directions. I miss you in all the ways on which a person can miss someone. I miss you almost in all the seasons,  in the raining that doesn't make us getting wet, in the wind which doesn’t dishevel our hair now. I miss you with my five senses, those with what I would like feel you in this moment, in your skin, in your hands, even in your hair roots.

I miss you because I stopped  breathing you and I am run out of air, because you get invisible, and my eyes lose the orientation. I miss you in the desire of having you, in all the kisses that I promised  give you, I miss you in the "Everything will go well" one more time. I miss you in the screams, in the silent, at the wrong time, at an inopportune moment.

My mood miss you too, the smile that you make me knows your name by memory, my brilliants eyes, my red cheeks…they know your coordinates and they miss you too. They miss you in a wholesale way, in a large scale. And now… Now is when I notice how far away can be the Western Hemisphere in our continent. Now is when Europe start to be too much big for us, when we know the real value of the distance that exist between you and me.

I miss you, and I miss you without permission. I have never wanted to miss your eyes, and know I am doing that. Now I miss your obsessions, your concerns, I miss all of those things that one day I said to you that I didn't like. I miss them. I miss you, you who I need in a very expensive way, in a way which make me poor, a way which I can't pay, the loneliness way. You who don't let me be hurt. Me who is hurt when I need you more than normal, you who know how win with me, you who give me the value that I didn't deserve. You who need me. Me who need you.


I MISS YOU I MISS YOU I MISS YOU I MISS YOU


lunes, 7 de noviembre de 2016

Dos caras

La soledad.
Tal vez nunca hayas sentido el calor de una soledad en buena compañía. Es casi inexplicable contar cómo la soledad es capaz de llenarte de gente y  conquistarte descuidada hablándote de todo.
Tal vez no sepas que la soledad es sonora tanto como un estruendo en mitad de la noche, y trae consigo más emoción de la que uno se piensa.  La soledad, atrevida. Tan atrevida descosiendo los remiendos de malas maneras y poniendo el alma de muchos patas arriba. La soledad, descarada soledad.

¿Saben? No es necesario que una se tenga que marchar al extranjero para darse cuenta de que la soledad está en cada rincón del mundo esperándote, siempre, con los brazos bien abiertos, deseando rodearte con sus desmesuradas ganas, bien para regalarte la paz, o bien para arruinarte la vida. Las dos caras de una misma palabra. Nunca es fácil adivinar de qué manera va a asaltarte, aunque siempre es mejor andar con pies de plomo.
Últimamente es ella la que se digna a hacerme visitas a cualquier hora, prefiere la noche porque se siente más cómoda con la oscuridad y la falta de abrigo. La falta de abrigo personal, la de las gentes que deberían estar y no están. Es ella la que me invita a pasar dentro de mí, la que se toma todos los días un café conmigo, y la que me recuerda lo lejos que estoy en este instante de mi vida. Yo, en cambio, a veces la busco, la necesito, no es demasiado buena pero me alivia. Si me falta en un par de días me consumo, me desencuentro, me pierdo en lo mundano y empiezo a echarme de menos. Es imprevisible, pero sabe que la necesito, y vuelve, siempre vuelve. Otras veces, sin embargo, me atormenta. Me atrapa tanto que duele, y busco todo el tiempo salidas, planes. Busco rehuir de ella, porque tanto me hace feliz como infeliz al mismo tiempo. Las dos caras de la misma palabra. Maldita soledad.

Me quiere en la intimidad. Me ayuda a hablar conmigo misma, a saber más sobre mí, a conocerme mejor. Pero me exige tanto el silencio que escucho, a menudo, las cosas que nunca quiero escuchar. Cuando no está, me siento tranquila, yo misma paso a un segundo plano, me centro en las vistas que alcanzan mis ojos, en personas, en paisajes, en momentos. Me siento más viva. Y es entonces, cuando me encuentro rodeada de miradas vibrantes, cuando la echo de menos. No puedo vivir sin ella. Necesito alimentarla porque ella también lo hace conmigo. Si me falta, yo me ahogo. Si se excede, me deja sin aire. Sé que quiere hacerlo bien, que solo busca darme calma, pero ella no entiende de límites. Y es eso lo que me hace odiarla en la misma medida en que la quiero.

¿Saben? No es imprescindible tomar la decisión de vivir en otro país durante un tiempo para llegar a conocerla. Créanme, no es fundamental hacerlo para verte enfrentada a ella, a la soledad más genial y horrible del mundo. Pero, si es cierto, que una aprende a sobrellevarla mucho mejor cuando convive con ella más a menudo. Y quizás, para recibirla más frecuentemente, es necesario marcharse un poco más lejos de donde debería estar.
Al final, como con todo en la vida, se coge cariño a todo lo que llena con mayor asiduidad tu tiempo. Por suerte o desgracia. Al final, una llega a la conclusión de que no hay nada más necesario en el mundo que una buena soledad si es en buena compañía.




domingo, 18 de septiembre de 2016

En tiempo de descuento

Querido tiempo, querido tú, si es que puedo tutearte. Dime, cómo se viven los momentos cuando sabes que se acaban, cómo se vive cada rato como si fuese el último que te queda en el bolsillo, como si estuvieran en peligro de extinción, como si fueran a deshacerse  entre tus manos para siempre.  Necesito saberlo, necesito hacerlo bien. Cómo se viven los momentos para aprovechar de ellos hasta su último suspiro a destiempo, para llenarlos de vida, para no dejarlos a medias, para que no te dejen a la mitad. Dime cómo se hace para que no se olviden nunca más, para que perduren sin fecha de caducidad en el tiempo, para que cuando se agoten, para que cuando abras la despensa y veas que los consumiste todos, para que cuando el temporal apriete dentro, puedas volver a ellos, puedas sentirlos en presente, puedas alimentarte de su sabor dulce a recuerdos.

Querido tiempo, querido tú, dame un respiro, no me descuentes las dudas ni lo que me queda en este espacio, y dime, tú que puedes, dime cómo hacer para que este momento no me cueste el olvido, para que no me salga tan caro en el futuro. Cómo lo hago para que se gane la memoria, el preciso espacio de las cosas importantes, la certeza de que cuando vuelva a él para sentir mi hogar, estará esperándome con los brazos abiertos, estará ahí para recordarme que mereció la pena vivirlo, que mereció la pena compartirlo con aquellas personas, que se ha ganado un buen puesto en mi alma, que se ha ganado mi paz. Querido amigo de malas costumbres: páusame la vida. Necesito un poco de cámara lenta. Despacio. Necesito aprovecharme de cada segundo y desnudarlo sin pudor, invertir cada mirada aunque observe de reojo, respirar cada aroma de cada abrazo, escuchar cada sonido como si  la respiración acelerada del miedo a una despedida también formara parte de la banda sonora del momento. Necesito hacerlo bien. Necesito hacerlo lento.

Querido tiempo, querido tú.  Dame un margen, pues no te quiero perder, no me la quiero jugar. Es ahora mi tiempo de descuento y me doy cuenta de lo caro que me cuestas. Es ahora cuando percibo lo justo valorado que estás, si toda mi vida depende de ti. Así que dime, una vez más y por favor, ¿Cómo se viven los momentos cuando sabes que se acaban?



miércoles, 17 de agosto de 2016

Perdimos el tiempo

Perdimos el tiempo. No pudimos perderlo más y mejor,  como si jamás lo hubieran inventado, como si nunca lo hubiéramos poseído, ni del todo ni de nada. Perdimos el tiempo abriendo puertas e invitándonos a salir, dando salida a las ganas que nunca tuvimos, dando entrada a las manías que nunca conocimos. Perdimos el tiempo porque no supimos cuidar de nosotros, porque nos contagiábamos de todo, de todo lo vibrante y aullador del mundo, de todo lo que era de todos menos nuestro. Lo perdimos porque preferíamos buscar estanques donde hacer pie que complicarnos la respiración bajo el agua. Lo perdimos divididos y en mayúsculas, subrayándonos errores, entrecomillándonos los besos y recalcándonos las faltas.

Perdimos el tiempo y os juro que no lo pudimos perder mejor. Perdimos el tiempo buscando culpables en palabras vacías que se llenaban del tiempo que gastábamos en perder. No fuimos conscientes de que nuestros corazones habitaban continentes distintos, de que estábamos a kilómetros dentro de la misma habitación, de que hablábamos idiomas desconocidos y  de que el lenguaje corporal nunca estuvo de nuestra parte. Perdíamos el tiempo constantemente, como si nos lo regalaran en cualquier esquina, como si no lo necesitáramos realmente. Perdimos el tiempo porque no supimos donde lo dejamos, porque alguien nos lo cambió de sitio, porque no quisimos poseerlo más. Perdimos el tiempo juntos porque por separado no nos habría salido tan bien, porque por separado ni siquiera nos hubiéramos sentido tan libres.

Perdimos el tiempo porque no lo pusimos a buen recaudo. Lo perdimos porque nos pesaba, porque preferimos no complicarnos la vida compartiéndolo, porque preferimos perdernos en otras vidas, en otros gustos, en otros gestos que aprendernos los nuestros.  Lo perdimos porque nunca nos elegimos bien, porque cuando vimos ventanas nos crecieron alas y nunca deseamos volver, porque nunca nos sentimos nada el uno del otro, porque nos extrañábamos a todas horas como extraños y después de tanto nunca aprendí a aprehenderte. Lo perdimos siendo descarados, sin disimular, arañando cada fallo como si mereciera tal importancia en nuestro personal caos. Perdimos el tiempo porque moríamos por encontrar excusas que nos salvaran de nosotros mismos, por evitarnos, por terminar el uno con el otro en cada respiración.

Lo perdimos. Lo perdimos como nunca nadie lo hubiese perdido en su vida, lo perdimos porque  si no lo hubiésemos perdido, nunca habríamos sido tan felices y tan fracasados.




domingo, 12 de junio de 2016

Baila!

"La vida es un gran baile, y el mundo es el salón". Vivir no consiste en pasarnos el tiempo aprendiendo a bailar, no se trata de pretender encontrar los mejores trucos, los mejores pasos de baile, la mejor coreografía capaz de sorprender a todos los ojos que brillan en la habitación. Se trata de mover los pies, de intentar no perder el  equilibrio, de dejarte conquistar por la música, de hacerlo sencillo, de hacerlo con ritmo o sin él, de hacerlo muy tú y sin más. Consiste en soñar con los pies y sentir la libertad en cada extremidad de tu cuerpo.
La vida no te hace experto en danza, pero te invita a disfrutar de la música, de esa música que se convierte en la banda sonora de tu existencia más armoniosa. Cualquier persona que se cruce en tu camino podría hacer cambiar el tono musical de tu baile, hacerte bailar a distinto compás, en distinto estilo. Cualquier persona que te haga latir a otra velocidad,  podrá enseñarte que aunque no siempre podamos elegir la banda sonora  de cada etapa de nuestra vida, si podremos elegir siempre el modo en qué bailarla.

Búscate una pareja de baile! Haz que tu corazón baile un ritmo compartido. Conviértelo en la nueva melodía del baile de las cosas sencillas. Conviértelo en el silencio arrítmico que vibra en el aire cuando la música del gran salón se toma una pausa para respirar.  Compartid la vida, la música y el baile. Y no os olvidéis de no invadir la baldosa sobre la que cada cual bailáis para no pisaros los pies. Haced de vuestro espacio en común un conjunto de notas orientadas a crear magia y arte.
Y  si en cualquier caso no encontraste tu pareja ideal, si tu arritmia corporal no se sincroniza con ninguna de las formas de bailar presentes en la sala, no te preocupes, la vida no entiende de canciones repetidas sino de aleatoriedad. Llegará tu canción, tu mejor  baile, y todos tus pasos se coordinarán tan bien que te verás fundiendo en acordes nuevos capaces de conquistarte el alma, redescubriendo entre todos aquellos que bailan, miradas que adivinan tormenta musical perfectamente entrelazada.

La vida como el bailar es expresar. Permítete ensayos y errores, no todos los bailes son el baile final. Permítete canciones lentas y tristes, no todas las canciones son canciones de sábado. Apuesta sin reparo  por renovar tus pasos, cree en ti, cualquier baile es el mejor baile si se siente desde dentro. Sedúcete también de bailes amargos, porque no se aprende nada cuando todas las canciones se bailan bien. Y ten presente que quizás la vida no sea la fiesta que esperábamos, pero que mientras estemos aquí deberíamos bailar. Así que si un día te despiertas y no sabes qué hacer con tu vida, haz algo: ¡BAILA!




martes, 10 de mayo de 2016

Quiérete mucho

Apenas hace dos minutos cuando me invadió, de nuevo, el vértigo. Sentí en el agujero negro de mi alma el miedo al círculo vicioso del amor. No estoy preparada. No estoy en ese momento idóneo en el que bienvenidos sean los besos, los excesos y las ganas. No serian esos los actos más adecuados para el teatro en ruinas situado en la enorme avenida de mi vida.

Me desenamoré del amor hace apenas dos minutos. Lo hice al cuestionarme qué eran los besos ahora para todos esos corazones a los que llamamos gente. Qué significaban ahora esos besos de ojos cerrados, respiración entrecortada y cosquilleo en lo profundo de nuestro ser, si se regalaban como caramelos en la puerta de un colegio. Si se rifaban en las tómbolas nocturnas como meros chupa-chups en la boca de todos. Qué eran entonces los besos si ya no provocaban explosiones químicas en los cuerpos mundanos.

Me desenamoré porque ya no  me acordaba de lo que era eso de que te hagan sentir especial, única y valorada. El verbo estimar hacia mucho que había dejado de consumirse. Las gentes ya apenas eran corazón, sino mente. Se valían de trucos  profanos que jamás rozaron un ápice lo que de verdad se entendía por magia. La moda era seducir cuerpos, en lugar de conquistar almas.  Me desenamoré porque el amor ahora se bebía con un par de cañas en la esquina de cualquier calle desdibujada.

De tal modo que desaprendí a amar. Era absurdo sentir algo que estaba en desuso, que había quedado obsoleto, y se había agotado en todas las tiendas de la ciudad. Nadie, en la realidad más actual, estaría dispuesto a garantizar un amor con resguardo, ilimitado, desmedido, y sin intereses. Nadie promete lo que no puede dar. Así que no busquemos vicios que nos puedan superar. Me desenamoré del sentimiento porque no era mi momento. No era el momento para dejar pasar al amor a sus anchas, para dejarlo pasear por mi vida como espectáculo, para hacerle fiestas y brindarle secretos. No. Más bien, si eso pasara, terminaría invitándolo a salir de mis fronteras de manera educada, haciéndole ver que está de más sin echarle de menos.

Tal vez, no es el mejor momento  en mi vida para  la obra pasional que muchos anhelan, porque el amor ya ni se  inventa, ni se halla, ni lo elijo. No podría aceptar al sentimiento  cuando ya no creo en él. No podría querer  suficientemente a alguien, ahora, como para darle barra libre en mi vida, y que beba todo lo que se encuentre a su paso. No podría querer demasiado a alguien como para regalarle mi más íntimo yo sin ticket de devolución, porque por desgracia, los regalos como la intimidad que brindas jamás se devuelven. Porque para empezar, no se puede querer suficientemente a alguien cuando no te quieres suficientemente a ti.

QUIÉRETE MUCHO.



miércoles, 23 de diciembre de 2015

No es amor, es otra cosa

No es amor lo que te arrastra hasta el no ser.
No es amor lo que te vacía por dentro.
No es amor lo que anula tu ardua forma de someterte a las peculiaridades del mundo.
El amor es otra cosa.

El peor amor es el que te deja sin aire,
el que te ahoga,
y te deja ver sin oxígeno ante el muribundo espacio de dos.

El peor amor es el que  te quita el sueño,
el que provoca un oasis en la cavidad más profunda de tu cuerpo,
el que altera los sentidos más indescriptibles de tu alma
y los toma consigo, dejándote sin nada.

El peor amor es el que te lanza al miedo de existir por separado,
el que te muestra su confianza y te ciega,
el que te promete la calma más plena,
y te provoca el temporal más atroz.

El peor amor es el que no te abandona ni un segundo de tu vida,
el que se vuelve necesario,
el que te hace recluso de su afán,
y se convierte en un peso de tu alma.

El peor amor no es el que no existe,
es el que te hace no existir.

No es amor si te ahoga,
si se lleva tu tiempo consigo,
si te roba los besos, en lugar de ganárselos.

El peor amor no es el que no encuentras,
es el que hace que no te encuentres a ti mismo.

No es amor si nunca te supo escuchar,
porque entonces jamás recordará el sonido de tu voz.

No es amor si te convierte, te amolda,
si te hace a su medida.
No es amor si solo supo sentir mucho, en lugar de amar bien.

El amor es otra cosa.